Medina del Campo. Su origen y desarrollo
Villa histórica,
monumental, escultórica y paisajística
Villa
de las Ferias
Historia de la Muy Noble, Muy Leal y Coronada Villa de
Medina del Campo
conforme a varios documentos y notas a ella pertinentes por
D. ILDEFONSO RODRÍGUEZ Y FERNÁNDEZ
Doctor en las Facultades de Sagrada Teología, Filosofía y Letras y Medicina, Catedrático de esta Facultad en la Universidad Central (antes en la de la Habana), Caballero de la Orden de Carlos III, etc.
MENÚ DE CONTENIDO
CAPÍTULO IV
Que dónde están las glorias de España, está con sus glorias Medina
Si algo de verdadera vida hay en las sociedades actuales, está en ese recuerdo de nuestras pasadas glorias, que nos señala el camino por donde podremos rehabilitarnos.
Se celebra el cuarto centenario de Isabel la Católica, y en este recuerdo glorioso Medina tiene que ocupar un preferente puesto por ser Medina la preferida de Isabel. Se celebra este año mismo el quincuagésimo aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada. Y Medina tiene en su Historia un recuerdo glorioso que la coloca en preferente sitio, acreditando y testificando la nobleza y la fe de los católicos medinenses, y no quiero yo referirlo, dejo el lugar a un distinguido hijo de Medina, que confiesa en sus escritos, que desde niño tuvo afanoso placer por ocuparse de las glorias de su pueblo natal, y no hago sino transcribir lo que este medinense, S. Antero Moyano, dejó consignado en su Guía de Medina, pág. 106 al 108 inclusive.
He aquí sus palabras:
Queremos anotar aquí un curioso hecho ocurrido en esta villa, como ejemplo quizá único en España, y que demuestra las costumbres de nuestros padres, y pudiéramos citar con el nombre e Voto de la Purísima Concepción.
“Era el 5 de Mayo de 1619. El Ayuntamiento de la villa, desde sus Casas Consistoriales, existentes entonces frente a San Miguel, se hallaba formado a caballo. Le precedía una banda de música; detrás iba el Regidor decano conduciendo un estandarte de la Purísima Concepción, cuyas borlas levaban otros dos Regidores; seguían a éstos el Cuerpo de maceros con sus gramallas encarnadas (aún hoy las usa el Municipio), escribanos (eran entonces veinticuatro), Procuradores generales y demás Regidores; cerrándole el Corregidor, como presidente; numeroso pueblo seguía detrás. En esta forma llegaron cerca de la Iglesia mayor, entonces Colegiata; se apeó el Ayuntamiento, que fue recibido en la puerta por el Clero, entrando luego en el templo en la misma formación que había traído, y llegados cerca del altar mayor, colocaron el estandarte al lado derecho de la imagen de la Concepción, tomando luego sus respetivos asientos para asistir a una solemne Misa y sermón. Concluida aquella, subió el Corregidor l prebiterio acompañado de dos Regidores y dos maceros, y en manos del Preste y sobre los Evangelios hizo aquél el siguiente voto en pública forma:
“-Juro sentir, sostener y defender, que María santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, fue concebida en gracia en el primer instante de su ser natural.”
“Seguidamente los Regidores y demás, de dos en dos, pronunciaron igual voto con la misma formalidad.
“Terminado este acto se volvió el Ayuntamiento a su casa en igual orden que había venido. Por la tarde, se celebró una procesión desde la Colegiata al convento de San Francisco, en cuya iglesia quedó depositada la imagen de la Concepción.”
Esta manifestación general o popular, de fe y efecto hacia el dogma de la Inmaculada, tiene también manifestaciones particulares en la Historia de Medina, y como la capillita o balconcillo de la Virgen del Pópulo, o Pueblo, se refiere también a la Purísima, reproduzco a continuación una noticia en resumen, de la fundación de la capellanía que a este particular se refieren. Por lo demás, el culto público y congregaciones a la Inmaculada, figura Medina en honroso lugar, como se ha visto en los Rodríguez Castro, al escribir de cofradías y cultos religiosos.
EXTRACTO DE LA FUNDACIÓN DE LAS CUATRO CAPELLANÍAS TITULADAS “DEL PÓPULO”, HECHA POR DON ALONSO GARCÍA DEL RINCÓN, ABAD QUE FUE DE COMPLUTO, Y SITUADAS EN LA INSIGNE IGLESIA COLEGIAL DE ESTA VILLA DE MEDINA, Y SU CAPILLA CON LA ADVOCACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LA CONCEPCIÓN.
In nomine Dei. Amén. Sepan cuantos este público instrumento de fundación y dotación viren, como en la ciudad de Segovia, a quince días del mes de Marzo año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil quinientos dieciséis años, en presencia de mí el notario y de los testigos de suso escritos: presente el Rdo. Sr. D. Alonso García del Rincón, dijo que esta escritura de suso escrita que me entregaba, era de la dotación de la capilla que él había hecho y ordenado en la villa de Medina del Campo y que según y cómo en ella se contenía y decía, así lo otorgaba y otorgo, y concedía y concedió, y dijo y declaró, ser ésta su voluntad última y así lo dotar, fundar y ordenar, según que más largamente la era, auctoritate apostolica, dado y concedido así como parece claramente en estas Bulas y gracias Apostólicas, para ello a él concedidas, sigiladas y plomadas a uso y estilo de la Corte y oficios de Roma, no borradas ni rasgadas, ni algo sospechosas, más carecientes de todo vicio y suspición: el tenor de ellas y de toda la escritura que a las dichas fundación, dotación, prontación y ordenación y a todo lo que además pertenece, toca y atañe de verbo ad verbum, es lo que se sigue (Aquí se suprimen dos Bulas)
CAPÍTULO I
Usando de las facultades concedidas, etc., queremos que la dicha capilla, que así placiendo a Dios acabamos, se nombra y llame de la Concepción sin mancilla de la siempre Virgen María, y que en el día de esta festividad se tenga una de las principales fiestas que en ella se celebren, etc.
CAPÍTULO II
Otrosí: que en memoria de la nuestra santísima Concepción, en la dicha nuestra capilla se hagan y estén siempre hechos y en pie y bien aderezados y ataviados dos altares de esta manera: el uno, y más principal, que esté dentro de la misma capilla, y el otro segundo altar se haga en lo alto de dicha capilla, metido en la pared de la mano izquierda, en la parte de fuera hacia la plaza, y estar altar esté siempre bien hecho y ataviado con sus puertas y rejas, de la manera que nos le dejaremos, placiendo a Dios, y en nuestros días.
CAPÍTULO III
Item: que queremos que para siempre haya cuatro capellanes ordenados a Misa, y un sacristán de edad y habilidad, y que dos de ellos sean semaneros, de manera que cada un día de aquella semana que les cupiere, oigan y celebren dos misas ordinariamente en el altar bajo.
CAPÍTULO IV (literal)
Otrosí: que queremos y mandamos, que por razón que en dos ferias del año que se hacen ante dicha capilla en la plaza, concurren muchas gentes de diversas partes y Reinos, y a causa de la mucha contratación que tienen, por no dejar sus tiendas y mercaderías, comúnmente no van, ni pueden ir a oír Misa a las iglesias y encomendarse a nuestro Señor Dios, como cualquier fiel y buen cristiano es obligado, y lo debe hacer cada día por servicio de Dios y fruto aprobado de las ánimas, mandamos que en el otro altar alto que estará en la dicha nuestra capilla hacia la plaza, de uno de nuestros capellanes y semaneros digan la Misa en el otro altar la que había de decir dentro de la dicha nuestra capilla, de manera que puedan ver y adorar el Santísimo Sacramento de nuestro Salvador Jesucristo, desde la dicha plaza y desde las dichas tiendas de ella, y mandamos esto se haga y cumpla como dicho es, solamente en los tiempos y días que fueren de feria en la dicha villa, desde el primer día de cada una de las dichas ferias hasta su fin de ellas; y esto queremos que solamente se haga en los días que fueren de trabajar y hacer algo, porque en los otros días que fueren fiestas de guardar y en los domingos mandamos que no se diga la otra Misa en el dicho altar, salvo dentro de la dicha capilla, porque la gente vaya a oír las Misas mayores a sus iglesias a donde por bien tuvieren; y otrosí: mandamos que la dicha Misa se celebre cada día como queda dicho, salvo si fuere día de tanto viento y agua, de tanta tempstad que verisímilmente en el dicho altar alto no se pueda celebrar si temor de acaecer algún inconveniente o peligro cerca de la Misa o del Santísimo Sacramento, que en tl caso, mandamos que no se diga allí la Misa ese día, sino en el altar bajo en la otra capilla, y esto dejamos al albedrío y determinación de dichos capellanes que a la sazón fueren semaneros, sobre lo cual les encargamos las conciencias que sólo por la otra causa lo dejen y no por otra negligencia.
CAPÍTULO V
Item: que los semaneros residan en la capilla desde la mañana hasta las once horas, o el uno de ellos y el sacristán, en verano hasta las diez horas, porque allende de las dos Misas que se celebren, faciliten a otros sacerdotes servicio para otras Misas que quieren decir.
CAPÍTULO VI
Item: ordenamos que los cuatro capellanes y el sacristán se junten todos los días del mundo para siempre jamás amen a la hora de la Salve en dicha capilla, y canten la Salve todos los sábados y vísperas y días de nuestra Señora y los de todas las Pascuas, y que ardan dos hachas en las gradas del altar y cuatro cirios en el altar, que el sacristán reparta hasta cien velas de cuarterón entre los hombres y dueñas más cercanos al altar, y después las torne a recibir, y que sea obligado a tañer y hacer señal a la Salve en poniéndose el sol.
CAPÍTULO VII
Item: que haya dos lámparas en la capilla, de que cuide el sacristán, o la candelera de la Iglesia, dándole alguna limosna.
CAPÍTULO XI
Item: que los sábados acudan los cuatro capellanes y el sacristán, y se diga cantada la Misa en la capilla a la hora del alba, que es la misma que en tales días se celebra en Santa María de la Antigua, y en otras capillas; que concluida la Misa se diga responso en su sepultura cantado si la Misa lo fuere y si no rezado.
CAPÍTULO XIV
Item: que el día de las Ánimas digan una Misa de Requiem y el Patrono haga llevar una fanega de pan cocido y una cántara de vino y dos libras de cera, hecha en candelas para ofrecer a la Misa.
CAPÍTULO XVIII
Item: que una de las Misas sea a la hora de prima, y la otra, en invierno, después de las diez y media, y en verano después de las nueve y media, sin perjuicio de lo que dispongan patro y capellanes, según los tiempos y las circunstancias.
CAPÍTULO XX
Item: que uno de los capellanes se llame Rector porque vigile el cumplimiento de la fundación.
CAPÍTULO XXI (y siguiente)
Item: nombra por primer patrono a su sobrino el licenciado Alonso García del Rincón, sus hijos varones y mayores de edad después, y luego las hembras: en faltando esta descendencia el hijo de su hermana Isabel Hernández del Rincón y sus descendientes, luego a otros hijos de la misma; y como tercer llamamiento los que desciendan de su tío Alonso del Rincón. Que el patrono, sea varón o hembra se llame o nombre del Rincón.
CAPÍTULO XXVIII, XXIX y XXX
Item: que tengan los bienes el primer patrono, y cita luego casas de su morada en la calle de Ávila, y otras en el arrabal de la calle de Salamanca, y una heredad en término de La Golosa, aldea de Medina, y unas alamedas y palomar en Moraleja, aldea de Medina.
CAPÍTULOS XXXI, XXXII y XXXIII
Item: que el patrono nombre capellanes y si en el linaje de los llamados no hubiese presbíteros, pueden llamar a los de prima tonsura, y mientras se ordenan pongan sustituto: y que en virtud de las facultades que por sus Bulas le otorgó Su Santidad, que haga la colación e institución el Abad que fuere del monasterio del Señor San Saturnino, extramuros de dicha villa.
CAPÍTULO XXXVII
Dispone que si el que disfrute de la capellanía comete algún delito o delitos contra Dios nuestro Señor o contra su Rey o contra persona alguna, gravísimo y grave o no grave, de cualquier suerte, por el que merezca o tenga pena de confiscación de sus bienes, pasen al siguiente, que debiera sucederle, y si éste se halla en igual caso, pasen al siguiente del mismo modo.
CAPÍTULO XXXVIII
Otrosi: porque mientras Dios nos diere vida queremos nombrar los capellanes y Rector y sacristán de la dicha nuestra Capilla, por ende queremos nombrar nuestros primeros capellanes a los siguientes: primeramente al venerable, el Bachiller Pedro Hernández dei Rincón, nuestro sobrino, canónigo en la iglesia de Segovia y de la santa iglesia de San Antolín, el cual queremos asimismo que sea primero Rector de la dicha nuestra capilla. Por segundo, nuestro sobrino el licenciado Lope Rodríguez de Oralverde, racionero de la dicha iglesia. Tercero a Francisco Vázquez de Bonilla, canónigo de idem. Cuarto a Antonio Hernández del Rincón: a los cuales y cada uno de ellos elegimos y nombramos por nuestros capellanes para el servicio de nuestra capilla y para que lleven el salario por dicho servicio, etc.
CAPÍTULO XXXIX
Mando que si algún presbítero capellán quiere ir a estudiar a los estudios universales de Salamanca, Valladolid o Alcalá, pero por siete años a lo más, y que el patrono apruebe el nombramiento de sustituto, que aquél hará, llevando el salario, menos el de 20 ducados que se señalan de salario al que vaya a estudiar; y si no es presbítero, que vaya por fuerza diez años a estudiar y cada dos vea el patrono por medio del Guardián de San Francisco u otras personas, averigüe si es útil para el estudio y en caso afirmativo sirva la capellanía.
CAPÍTULO IV
Nuestra Señora de las Angustias, recuerdos de la ampliación, de su capilla y festejos
Sospecho si la Virgen de las Angustias se llamó también, Nuestra Señora del Regazo, pues así parece deducirse de lo que dice Ossorio al final de su capítulo XIII, del libro III, al hablar de un milagro obrado a favor del milanés D. Luís Canovio. Desde muy antiguo se cree, que estuvo en una Capilla de la iglesia de San Antolín, pero el ferviente culto de los medinenses, fue causa que también desde antiguo, se formase una Congregación en su honor, lo cual creciendo, consideró pequeño el sitio donde estaba la imagen, decidiendo, por último, construir una espaciosa capilla, que en otro sitio, hubiera sido iglesia. D. Isidoro Sanz Méndez, entusiasta devoto de las Angustias, guardaba su cariño un libro con 37 páginas, impreso en Salamanca, en 1749, en la imprenta de Pedro Ortiz Gallardo, titulado “Solemne colocación de la Augusta Emperatriz de los cielos, María Santísima de las Angustias, en el magnífico nuevo trono de su capilla, fabricada a expensas de la devoción en la Colegial, y Oración sagrada, que el 3 de Septiembre de 1749, dijo el Rdo. P. Fr. José de Medina, Capuohino, e hijo de la misma villa, misionero apostólico, Teólogo de la Nunciatura de España, y examinador de la tribunal.
“Dala al público el licenciado D. José Antonio Vélez, Caballero profeso Teólogo y natural de Medina, y con relación a tan sagrados festejos la dedica a la nobilísima y muy ilustre Srª. Dª. Teresa Xaviera de Zepeda Salcedo y Castro, Marquesa de Villa Castel.”
El libro es altamente encomiástico; revela en grande entusiasmo de Medina y sus hijos en aquel Triduo de solemnísimas fiestas, y dará de él muy sucinta noticia. En la dedicatoria pondera el religioso motivo, y los apellidos de la Marquesa, que por lo de Cepeda, hace relación a Ávila, y parentesco con Santa Teresa. Elogia luego a Medina por el fervoroso culto a las Angustias, y celo de su Congregación, que llevaba de él “se resolvió a erigir más digno solio a su celsitud y grandeza”. Hubo algunas dificultades, pero reunida la Junta, empezaron por nombrar comisarios, a los dos ilustres caballeros D. Francisco de Velandia y Agurto, Marqués de Tejada y Conde de San Llorente, y a D. Manuel de Montalvo y Bellosillo.
Anunciándolo las campanas, se dio principio a la obra en 1738. Tropezóse en primer término con la dificultad, por lo profundo de la cimentación, y cuando se creía hallar firme, se hundió, con terrible estruendo, todo el pavimento, descubriéndose unas “simas o concavidades profundas que pusieron terror a muantos las miraban, y con recelo entraron a reconocerlas los maestros, hallándose cañoles de bodegas, ruinas de la antigüedad, y gastáronse muchos días y dineros en terraplenar sus huecos y continuar los cimientos”. Abrióse después un conducto tan abundante de agua, que inundó las zanjas y costó gran trabajo y tiempo dominar este inconveniente y continuar la obra. Tiempo, teson y habilidad necesitaron os comisarios, y sin levantar mano ni parar la obra, se llegó hasta el año 1746, en que ya se pudo ver la hermosa fábrica de la capilla, cuya longitud es de 96 pies, divididos en capilla y cuerpo de la misma; el centro es airosamente ochavado, contado más de cincuenta pies su capaz circunferencia; sobre la que se eleva una media naranja espaciosa con su linterna, etc. En el centro del frente, el trono de la Virgen, y a sus lados el Príncipe San Hermenegildo y el Rey San Fernando.
Terminado el decoro de la capilla, se pensó en las solemnísimas procesiones y fiestas, por tres días, para la traslación de la imagen, señalándose las tres siguientes a la de San Antolín.
La víspera de San Antolín, llegada la noche, ya estaba en la plaza, de antemano prevenido, un artificio de fuego, que era una de las más prodigiosas maniobras que pudo formar el arte, as palmas de San Antolín y sus racimos de atracada pólvora, todo lo que se quemó con gran bullicio de gentes, y concurrencia de forasteros. La Misa fue solemnísima; el día del santo asistieron todas las Corporaciones y Comunidades de religiosos, y predicó el Rmo. P. Fr. Martín de San Agustín, Prior de los Carmelitas Descalzos. Por la noche, se iluminaron las torres, la plaza y las casas, y el 3, con músicos y voces de la catedral de Salamanca, Valladolid y otras partes, dirigidos por el compositor D. Jos´r de Myr y Lusa, prebendado y maestro de capilla de Valladolid, se empezó la Misa compuesta para este día.
Acudieron tocas las Corporaciones, las diez Comunidades de religiosos, la Congregación, e innumerable pueblo; predicó el Rmo. P. Fr. José de Medina, discurso que fue modelo de sabiduría, oportunidad y elocuencia. Por la tarde hubo villancicos y cánticos en la Colegial, solemnísima Salve, y por la noche, en la plaza, fuegos.
El segundo día, como el primero, predicando el Rmo. Padre Fr. Agustín de Torres, del claustro de la Universidad de Valladolid, entusiasmando a sus oyentes con la solidez y elegancia de su elocuente palabra. Por la noche, iluminación y músicas por las calles.
El jueves 4, todas las calles adornadas, las casas colgadas con preciosos paños y telas, tafetanes vistosos, y en la plaza preparado un elevado castillo de fuego. En ciertas casas había ricos damascos, preciosos tapices, sobresaliendo la plaza, cercada toda de tablados para las próximas fiestas de toros y pintadas las barreras. Se dispusieron primorosos y ricos altares; el primero a la puerta del Ayuntamiento, levantando por los Padres Franciscanos, que echaron el resto, pues tenía más de cuarenta pies de alto, con San José y santos de la Orden Franciscana; el segundo con las Recoletas de San Agustín, que llenaba todo el frontispicio de la iglesia, lleno de ricas alhajas, con las imágenes de la Virgen de San Agustín; el tercero de San Martín, de los Padres Trinitarios y Jesuitas, hecho con gran primor, simetría y hermosura, con los Patriarcas de las dos Religiones; el cuarto, en la iglesia de la Cruz, de Dominicos y Carmelitas Descalzos, tan hermoso, que con poas alhajas de plata, era el más bello, pues tenía una preciosa imagen de la Virgen de las Angustias.
La Misa, solemnísima; predicó D. Agustín Lozano, colegial del Mayor del Arzobispo, Lectoral de Coria y Penitenciario de Salamanca, el que estuvo a una altura fuera de toda ponderación.
Por la tarde, a las cuatro, se reunieron en la Colegial todas las Comunidades, Cruces, pendones e insignias de todas las parroquias, la Congregación, las Corporaciones y toda la nobleza y pueblo. Salieron en prier término para la procesión, los pendones e insignias dichas, y todas las Cofradías y religiosos; seguíales la imagen de San Antolín en hombros de los caballeros militares, el ilustre Cabildo de Canónigos, y luego el imán de los Corazones, María santísima de las Angustias. Llevaba el estandarte de la Congregación del Príncipe de Morseta, Gentilhombre de Cámara, y las borlas el Brigadier D. Marcos Antonio Morra, Coronel del regimiento de Órdenes y D. José Idíazquez, Coronel del regimiento del Príncipe, con toda la nobleza de esta villa, caballeros forasteros y jefes y oficiales de los dichos regimientos, y otros agregados, y un escuadrón del regimiento de órdenes que fue dando la retaguardia.
Al salir la imagen de la Colegial, las tropas de la plaza hicieron la general descarga, disparando al aire las carabinas. Para que fuese imposible mayor solemnidad, salió detrás de la Virgen bajo el precioso palio, y en una custodia de ricas perlas, nuestro Señor Sacramentado, llevado con veneración y gravedad respetuosa por D. Manuel Lissón de Tejada, Abad de la Colegial, presidiendo en caballero Corregidor, muy celoso de estas fiestas.
La procesión, precedida de la danza y los gigantes, recorrió toda la plaza, calle del Almirante, Recoletas, donde se cantó un villancico con la música que iba en el centro, todo en pleno; siguió por la calle San Martín, donde se cantó otro; luego por la calle de Quintanilla, plaza de la Cruz, donde se cantó el tercero, y por la calle de la Plata volvió a la Colegial, haciendo el ordenado escuadrón otra descarga, y reservando el Señor colocóse la Virgen en su trono y capilla nuevos, al sonido de trompetas, clarines, músicas y campanas.
Por la noche, a ls nueve, se iluminó toda la plaza, y con inmenso concurso se quemaron cuantos artificios y clases de pólvora se conocen, con cohetes de doce truenos y el famoso castillo de cuatro cuerpos con almenas, baluartes, y antes de que este quemarse, por ruego comunicado por unas cuerdas, se iluminó toda la torre de la Colegial, de tal suerte, dice el autor de este libro, que ni Troya podría competir con todo esto.
El día 6 hubo Misa solemne y besamanos, y el 7 y 8 una preciosa mojiganga, con todos ,os signos del Zodiaco, hecha por los mercaderes, los labradores sacaron figuras mitológicas. Los sastres, los siete sabios de Grecia; cerrando la marcha el Arca del Testamento, David, los sacerdotes y levitas a la usanza hebrea, dando a entender que María, nueva Arca del Testamento, está por encima de todo lo humano.
En el teatro hubo representaciones de los dramas de Calderón y Moreto, y el día 9 los esperados toros, con los toreros de más fama y valor, que bien lo necesitaron para los toros, que fueron tan fuertes y corpulentos. La descripción entusiasta que hace de los toros el licenciado Veléz, prueba que sí era hijo cariñoso de la Virgen, era también español, y todo ello, y el notable sermón del P. Medina, puede leerse en su libro ya citado.
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CAPÍTULO V
Privilegios de Medina – Elecciones de cargos eclesiásticos
Uno de los privilegios que disfrutó Medina desde tiempo inmemorial, fue la provisión de beneficios eclesiásticos de sus iglesias, lo cual se hace a pluralidad de votos entre los feligreses de la parroquia, en donde está la vacante del beneficio que se ha de proveer, a excepción que en las vacantes de las prebendas de la Colegiata, alterna su feligresía en las elecciones con el cabildo de ella. Sobre estos beneficios, tiene este pueblo y todos los demás de la Abadía, derecho activo y pasivo, pues no solo son electores los feligreses, mas también no pueden recaerlas elecciones sino en hijos pilongos o patrimoniales de la villa, o lugares de la vacante, o a lo menos han de ser hijos de vecino domiciliado, según previenen las leyes, conforme a lo que dispone la Bula de la creación de la Real e insigne Colegiata de Medina.
Este modo de elegir, siendo tanta la multitud de vocales, y aún distinción de éstos, estaba expuesto a grandísimos inconvenientes, mayormente haciéndose por sufragios públicos, pues como entre tanta gente, y todos de un mismo pueblo, no dejaría de haber muchas colisiones y pendencias entre unos y otros, y por no indisponerse y malquistarse se verían aún los hombres más arreglados en la precisión de dar su voto por un opositor indigno del beneficio eclesiástico; lo que no sucedería si los votos se tomasen secretamente. Como la codicia y ambición humana no se detiene en inconvenientes ni en escrúpulos de conciencia, a trueque de conseguir sus fines los opositores al beneficio, y sus padrinos, procuraban desde que se verificaba la vacante, y muchas veces antes, solicitar votos, ni pocas veces valiéndose de medios indecentes y poco honestos; solía llegar a tanto el empeño que se tomaba en semejantes pretensiones, que se indisponían las amistades, se excitaban odios, quimeras y alborotos, tan vez con efusión de sangre.
Ya se lamentaban de estos desórdenes lo hombres de juicio y desapasionados. Lucio Marineo Sículo, tratando de las regiones y lugares de España, libro II, párrafo de la provincia de Lusitania, dice: “En esta comarca, en la muy noble villa de Medina del Campo, la cual aunque muchas veces ha sido fatigada de grandes incendios, empero por la fertilidad de sus campos, largas ferias y trato de mercaderes siempre se halla prosperada y rica. En ella, pues, ni el Rey provee los oficios, ni el Papa los beneficios, lo cual por cierto causa más daño que provecho, y más mal que bien; porque muchas veces en las elecciones de los oficios y beneficios, los moradores y naturales de aquella villa traen grandes competencias y discusiones, y se matan unos a otros, y siempre hay entre ellos grandes enemistades y bandos. Por lo cual, a mi ver, los varones principales de Medina y el Consejo general, muy cuerda y santamente proveerían a sus sucesores y república, y también a sus ánimas, si renunciasen el derecho y provisión de sus oficios a los Reyes, y de los beneficios a los Pontífices romanos, con condición que no podrían proveer en extranjeros, sino a sus propios naturales que fuesen hábiles y merecedores de ellos. Porque de esta manera los caballeros ejercerían mejor el oficio de caballería, y se darían más a los trabajos para alcanzar honra y provecho; y asimismo los sacerdotes, procurarían vivir vida más honesta y se darían con mayor vigilancia al estudio de las letras y divinos Oficios; y así los unos y los otros, sirviendo a Dios y al Príncipe, excusarían las ocasiones de muchos males. Lo cual se hicieren, o por nuestro consejo o por el suyo propio, bien creo que no se arrepentirían de lo hecho.”
Este escritor, que acaso sería testigo de vista de lo que entonces pasaba en semejantes elecciones, tocó como con las manos las cosas, y con un gran peso de prudencia previó lo que podría suceder en las elecciones populares. Tampoco faltó quien intentase poner remedio a estos desórdenes, pues en el año de 1568, muchos después de Sículo, D. Pedro González de Mendoza, Obispo de Salamanca, en cuyo territorio se comprendía entonces esta villa y su Abadía representa la Majestad de Felipe II, los disturbios que había en esta villa y su Abadía; todo lo cual necesitaba pronto remedio, para el servicio de Dios y remedio de las almas. Y hecho cargo S. M. de las razones del Obispo, decretó que en adelante se proveyesen las prebendas por examen, en la más hábil de todos los opositores, o que los parroquianos votasen en secreto y con libertad, sin que dichos opositores estuviesen presentes, ni otra persona alguna, más que el Corregidor y Vicario a quien pertenece la colación de la probenda, y el cura que había de conocer (o acaso contar) los votos, y el notario ante quien habían de pasar las elecciones.
Esta providencia, ya que no cortase la raíz todos los inconvenientes, pues no hay ninguno capaz de poner límites a la ambición humana, por lo menos enfrentaría muchos desórdenes, o no se puso en práctica, o fue de allí a poco olvidada, pues vemos que ocho años después, en el de 1576, Bernardino Vélez, opositor a una media ración de la Colegial, temiendo sin duda interviniesen en esta ocasión algunos negociantes en perjuicio suyo, dio parte al Rey de la no observancia de su mandato, y del extravío de su cédula Real. Y luego por otro decreto, se mandó dr copia de la provisión anterior, encargando con la mayor fuerza se llevase a debido efecto su observancia, como realmente se hizo al pié de la letra cuanto en ella se contenía. Así pasaron las cosas en las elecciones sucesivas hasta el año de 1602, desde cuyo tiempo se advierten faltar a las notificaciones del Real decreto, al tiempo de las elecciones como se hacían todas, par que nadie legase ignorancia. De lo cual inferimos que las cosas volverían a quedarse como estaban al principio, y los abusos seguirían más o menos, conforme a las ocasiones y circunstancias. Desde entonces en adelante no sabemos se tomase algún medio para poner en orden estas cosas, hasta el reinado de Fernando VI, en cuyo tiempo por orden de S M. expedía el año de 1755, se suspendió la provisión de los beneficios de esta villa y su Abadía. Dieron motivo a esta suspensión, varios informes, en los cuales exponían algunas personas de autoridad los gravísimos desórdenes que se cometían en semejantes elecciones por el soborno de los votos, cuyo mayor número se componía de personas corruptibles del ínfimo pueblo. Hizo esto tanta impresión en el ánimo piadoso del Monarca, que interpuso sus preces para la Santidad de Benedicto XIV a fin de que se quitasen enteramente estas elecciones populares. Pero el Papa, como tan docto, considerando que este derecho inmemorial de patronato eclesiástico les venía a los pueblos de esa villa y a su distrito desde el tiempo de los moros, en el cual con sus propias haciendas fundaron y dotaron las iglesias, no tuvo por razonable ni conveniente quitarle de raíz, por no contravenir a todo el Derecho canónico, y así juzgó que bastaba moderarle para ocurrir a los inconvenientes propuestos, reduciéndoles a un corto número de personas, y éstas de autoridad e incorruptibles, como son los beneficios decano de cada parroquia, el cura párroco que le fuese por turno en el año de la vacante; el mayordomo de la fábrica el mayordomo de cada iglesia, uno de los Regidores del Ayuntamiento de cada pueblo por turno y el corregidor de él.
A toda esta nueva disposición debía proceder examen sinodal de los opositores al beneficio de la Gramática latina o Teología mora, teniéndose presente la conducta y buenas costumbres de cada uno para su aprobación. Esta censura debía remitirse cerrada a la Junta electoral, la cual había de elegir para el beneficio, a uno de los que en ella apareciesen aprobados, pues los reprobados desde luego quedaban excluidos y repuntados por indignos, y dice al margen: “Fue dada esta Bula en Roma a 29 de abril de 1756.”
Bajo de este nuevo método se hicieron algunas elecciones, tanto en esta villa como en algunos pueblos de la Abadía, siéndole en ésta la de un beneficio de Santo Tomás, Apóstol, cuya elección recayó en D. Antonio Pardal (ya difunto), y la otra en la Colegiata, que aunque su elección tocó por turno a su Cabildo de Canónigos, no obstante se observó la Bula de su Santidad en cuanto al examen, y salió electo D. Manuel Gómez, que hoy vive, y goza de dignidad de Tesorero de dicha iglesia. Algunos otros beneficios se proveyeron en la Abadía, bajo de este método y no tiene duda que era el más ventajoso y menos expuesto a los inconvenientes de que adolecían los otros. Pero como los hombres se dejan llevar fácilmente de aficiones e intereses particulares, en atravesándose estos malean y vician los mejores establecimientos. No se tardó en molestar a la Real Cámara con representaciones y dudas sobre la práctico y observancia de esta Bula la cual si con prudencia y tranquilidad se hubiera ido poniendo poco a poco en ejecución, allanando las dificultades que ocurriesen, hubiera producido los más buenos efectos.
En vista de esto, decretó la Cámara que se suspendiesen las provisiones de esta Abadía hasta nueva orden, y el Cabildo de la Colegial fue notificado por el Real decreto de suspensión en 1.º de Julio de 1757. Con esta novedad se calmó todo el bullicio y las provisiones en tanto grado, que se fueron pasando insensiblemente muchos años sin que nadie se acordase de mover este asunto. Este orden de cosas duró quince años y en tan largo tiempo vacaron casi la mitad de todos los beneficios y canonicatos de esta villa y su Abadía. Algunas iglesias quedaron enteramente huérfanas, como lo fue la de Santa María del Castillo de esta villa, de los cual se siguieron grandes perjuicios en lo espiritual y temporal de ellas; pues aunque quisieron los Superiores proveer de remedio en ello, como faltaban los propietarios no fue bastante el auxilio de los clérigos mercenarios para evitarlo. Al cabo de tan dilatado tiempo llegó la orden para la provisión de los beneficios cuando menos se esperaba, dada en El Pardo a 28 de enero de 1772.
No es decible el general contento que causó esta resolución tan deseada, especialmente en tanto número de pretendientes que avanzados en edad y sin acomodo la esperaban.
La disposición que se adoptó en esta Cédula Real para la provisión de los beneficios, fue precedida de una multitud de informes que se pidieron a los pueblos de la Abadía sobre el mejor método de proveerlos. Ya se deja discurrir la variedad de pareceres que había en esta ocasión: unos estaban por el método antiguo, otros se inclinaban a la modificación puesta por el Papa Benedicto XIV, y otros a otras alteraciones inconducentes, según el modo de comprender de cada uno, como se ve por la copia impresa de dicha Real cedula, que anda en manos de todos. En ella se conserva parte del método antiguo en la concurrencia popular de los feligreses de cada parroquia y parte del de Benedicto XIV, en la reducción de todos ellos al número de cinco vocales para votar la prebenda. Por lo que hace el derecho pasivo de ser nombrados, verificada la vacante, se ve quienes ha de probar su edad y patrimonialidad judicialmente, esto es, descendencia por línea paterna o materna de tales o abuelos de tal pueblo o iglesia, después de lo cual han de comparecer a ser examinados sinodalmente en latinidad y Teología moral ante el Juez ordinario eclesiástico. (Al margen dice: En 13 de Agosto de 1746 se expidió en Aranjuez Real cédula de S. M. para que no se proveyese en esta villa ni en su Abadía beneficio alguno a persona a quien el Vicario no declarase ser hábil y suficiente en letras, atendida la naturaleza de los beneficios, cuya novedad ya se había presentado, y enviase emisarios del Ayuntamiento y Cabildos para evitar la suspensión de las Regalías de esta Vicaría.- Acuerdo de 20 de Agosto de 1746.”) La censura del examen se remite cerrada a la justicia ordinaria del pueblo de la vacante, y cuando el derecho activo señalase para la elección el día de la junta próxima al del examen (dice al margen: Dieciocho a diecisiete y medio par canónigos y beneficios); en él a toque de campana han de concurrir todos los feligreses, cuyos nombres se van encantarando en unas cédulas metidas en bolas de madera, y ya que con concurren más, se extraen del cántaro cinco bolas y los nombrados en sus cédulas son los cinco votos que han de hacer la elección, y el resto se sale de la iglesia.
Luego que se quedan solos los que presiden la elección juntamente con los votantes se abra la censura, y vista en ella los opositores aprobados, comienza el que salió primer voto a dar el suyo por quien le parece, y siguen los demás por su turno, y el opositor que tiene más votos se queda electo en el beneficio, y en caso de empate entre dos opositores se atiende el de mayor edad. En la censura suele graduarse la aprobación de la primera, segunda y tercera letra, pero los electores regularmente desisten de esta graduación para aplicar su voto como se halle en letra su apasionado y sea la que quiera. Esta disposición tiene de malo en que regularmente cae la suerte de los votos en la ínfima plebe, por componer ésta la mayor parte de la feligresía, y como son necesitados, fácilmente se dejan corromper, o a lo menos están muy expuestos a incurrir en semejantes vicios, lo que no se podría recelar de los cinco votos señalados en la Bula Benedictina, por ser todos personas de más conocimientos, independientes y desinteresadas. Aún hay más: en la disposición antigua, en que todos los varones cabezas de familia y los hijos de viuda que llegaban a catorce años de edad tenían voto, el opositor a quien se le agregaba un voto más de la mitad, lograba el beneficio y así no tenía necesidad de solicitar más votos; pero en la presente, aunque los asegure todos, menos tres, no puede decir que conseguía indefectiblemente la prebenda, porque puede darse el caso que los tres restantes hagan la elección (bien que es caso muy raro), pero conduce esto a mi intento, porque hace que los opositores sean más solicitantes de votos y más propensos a tratos ilícitos. Por lo demás, es cierto que no se ven ahora aquellos partidos, disenciones y alborotos que antiguamente había, pero no obstante juzgan muchos hombres de juicio que conservando el derecho pasivo de los patrimoniales, sería muy del agrado de Dios se aboliese el de los electores, uniéndose éste al de la Corona para que recayesen las elecciones en los que en oposiciones públicas de Teología o Sagrados Cánones entre los patrimoniales quedase en primera letra.
Esta manera de elegir, fuera de ser más conforme al Derecho canónico, conseguiría por una parte quitar los abusos que intervienen en ls elecciones populares, y por otra el que los opositores fuesen más instruidos y más capaces en el desempeño de su cargo. Dióse además el caso anormal y raro que en esta villa sus autoridades, intervenían hasta en cosas eclesiásticas, así por ejemplo Medina tenía sus propios, consignado salario para cuatro clérigos, con obligación de decir y cantar la Doctrina cristiana en cuatro iglesias, desde las doce a la una del día, y eran la Colegiata, San Miguel, San Juan del Azogue y Santo Tomás, a la cuan concurrían todos los que querían oírla, especialmente los niños. En el año de 1576, con motivo de no haber querido el Corregidor, que a la sazón había en esta villa, abonar de Propios los 12.000 maravedíes que anualmente se empleaban en esta enseñanza, se recurrió al Consejo, de cuya orden se recibió aquí cierta información, de la cual resultó que de tiempo inmemorial se había probado esta providencia, por instrucción pública, en un negocio tan importante y que no era prudente desatenderla.
En virtud de esta provisión dada en Medina a 13 de Noviembre de 1582 se recibió por el Dr. Gante del Campo, Corregidor de esta villa, la petición de cierta información, sobre la antigüedad de la dignidad Abacial en ella, por quien se hizo, quiénes sus electos, cuantas sus rentas, en qué consisten, quien se las concedió o señaló, y cuales sus cargas y sus obligaciones.
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CAPÍTULO VI
Privilegios de Medina – Las sernas
Medina del Campo, ha poseído y posee actualmente desde tiempo inmemorial unos terrazgos muy extensos conocidos con la denominación de Tierras sernas, Montes y Mercedes, los cuales están situados entre el Occidente y el Norte respecto de esta valía y comienzan en su longitud desde el camino que de esta villa conduce a Valladolid, hasta el río Trabancos, y en latitud desde aguas vertientes al Duero en los términos de Pozal de Gallinas, Rodilana, Ventosa, Siete Iglesias, Pollos, Zofraga y Herreros hasta las márgenes del río dicho, con más o menos anchura en diferentes parajes. Todos estos terrenos, son de pastos comunes para Medina y lugares que componen su distrito y jurisdicción, no obstante, que se hayan servido de ella con facultad Real. En ellos podía cada vecino entrar a labrar libremente las obradas de tierra que le pareciesen, con tal que por cada una, que se computa de 500 estadales cuadrados, haya de pagar a Medina anualmente cierto canon de trigo, con esta diferencia, que si fuesen de las que caen al río Zapardiel hasta (o hacia) Salamanca, por cada obrada pagarán dos fanegas de trigo, y sobre las que caen sobre el expresado río hacia Valladolid se pagará una fanega. Estas tierras, una vez labradas y recogidas, pasan de padres a hijos, sin que ningún otro les pueda echar de la posesión de ellas como continúe labrándolas, porque si se interrumpe el cultivo puede cualquiera entrar labrando en ellas, comenzando a poseerlas desde entonces, con el mismo derecho y pensión que el antecedente cultivador. Y por razón de ser tierras para cultivo y sembradura se llaman sernas, el cual nombre es tomado del verbo latino Sero, is, que significa sembrar. El Corregidor de Medina es juez privado para entender en asuntos de estas sernas, aunque sean eximidas.
Para la averiguación de los sembrados de cada año se hacen, por parte del Ayuntamiento de esta villa, apeos, y por ellos se regula lo que debe pagar cada uno de los que tienen sembrados, cuya operación se debe hacer por el Corregidor de Medina, en los meses de Febrero y Marzo, por un medidor de tierras y dos escribanos, uno que lleva consigo este Ayuntamiento y otro de la villa o lugar en que se apea, llevando cada uno de ellos razón igualmente autorizada de todo para que tenga efecto en orden a la paga, conforme a las ordenanzas, que prescribió y mandó la Reina Dª. Juana, su fecha en Burgos a 21 de Abril de 1508. (Nota marginal: “Tienen las Sernas siete leguas de largo y tres de ancho, poco más o menos”) Por la regulación de un quinquenio que hizo Juan Godoy, mayordomo de Propios hasta 1768, tiene Medina anualmente 4.840 fanegas de trigo. En el año de 1311, reinando D. Alonso XI vinieron a esta villa desde la de Cuellar los Infantes D. Pedro y D. Juan. Aquí en Medina, estaban congregados todos los de esta tierra de esta villa y pleitearon con ellos (con los Infantes) por cierta cuantía de haber que les dieron por razón de los Halnergo; que les demandaban, y porque no se ses demandase hasta que el Rey fuese de edad. (Crónica del Rey D. Alonso, por Juan Pérez de Villasanz, capítulo XII.)
En este terrazgo estaban comprendidos los montes encinares y propios de Medina, los cuales son nombrados por la forma siguiente: El monte de Valdemuelles, Valdevite, Palancar, Inestoso, cerco de La Seca, Pedroso y el Montico, que se vendió para continuar la obra del caurtel, juntamente con el llamado Espelunca, cerda de Bobadilla: de los cuales no ha quedado al presente más que los nombres, y ahora son otras tierras de labor o majuelos o eriales.
En otras tierras, sernas o montes, concedieron los Reyes algunas Mercedes en remuneración de algunos servicios a diferentes personas, pero con la obligación de pagar a Medina la mitad del canon que pagaban los vecinos de los pueblos que las sembraban, de modo que los remunerados percibían la mitad de la renta.
Por lo regular no se extendían estas Mercedes sino a una cierta cantidad de terreno, por temor de que no fuese esta villa perjudicada notablemente en la disminución de las rentas; pero como estas concesiones, aunque cortas, se repetían fácilmente, llegó a ser el perjuicio tan grande, que a representación del Ayuntamiento, se revocaron por cédula Real muchas de estas gracias. Y estas tierras así conferidas son las que se nombran Mercedes. Hallándose el Emperador Carlos V. en Bruselas, escribió el Ayuntamiento de esta villa, con fecha 18 de Febrero de 1517, rogándole concediese 30 obradas de tierra para labor en los baldíos de esta villa a Hernando de Cuéllar, pagando terrazgo por ellas, como s acostumbra, firmada del Rey y refrendada de Antonio Villegas, su Secretario.
Viendo el Ayuntamiento de esta villa muchas Mercedes que concedían los Reyes en las tierras y montes de sus propios, acudió a S. M., pidiendo revocación de ellas por ser un perjuicio notorio de Medina, y en vista de lo cual escribió al Rey al Arzobispo de Santiago, Presidente del Consejo, se informase sobre esto y proveyese lo conveniente, teniendo respeto de no perjudicar a esta villa, mandando que las Mercedes concedidas hasta aquí, luego que vacasen, se incorporasen en el dominio de esta villa; fecha en Barcelona a 26 de Julio de 1529. A cerca de esto dióse sobrecédula en 1º de Noviembre de 1530 desde Augusta, la cual se perdió en Valladolid; estando haciendo un registro general de todos los papeles del Archivo, he hallado la carta original de S. M., en la que se contiene la revocación de las Mercedes que se hicieron en adelante, y que las hasta entonces concedidas se vayan consumiendo conforme vacaren, y por dejación de ellas y por muerte del que las gozaba. Y advierto que en la carta dada en Valladolid se contiene la copia de la dada en Barcelona y la de Augusta, y en estas se hallan exceptuadas las Mercedes.
En el año de 1340 hizo el Rey D. Alonso XI merced del terrazgo de Herreros, en Xonort, río y haceñas, a Sancho Ibáñez Galdo, y que posteriormente confirmado en las Cortes por los Reyes D. Pedro, D. Enrique y Dª. Juana, hasta el año de 1371, y en 1484 puso Medina pleito sobre este terrazgo a los descendientes de Ibáñez; ganóle en vista y perdióle en revista; volvióle a vencer en súplica, y habiéndole apelado a mil quinientos, le ejecutorió Medina. Este es un instrumento de muchísima fuerza para el derecho que tiene la villa sobre sus sernas. No he encontrado en el Archivo esta ejecutoria.
Nota. Despachándose la ejecutoria en término de Herreros por Francisco Viejo, Secretario de Cámara en Valladolid a 1º de Mayo de 1599.
or un privilegio rodado, cuyo original está en este Archivo, concedido a esta villa por D. Juan II, Rey de Castilla y de León, en Ocaña a 24 de Marzo de 1452, consta que Medina del Campo era dueña y señora de la villa de Alaejos y de su castillo, término, montes, prados y ogidos, ejerciendo en ella jurisdicción alta/baja con mero y mixto imperio, y percibiendo sus rentas, pechos, derechos y demás contribuciones de las cuales eran partícipes el Consejo y los nobles linajes de Medina; pero por motivos graves que éstos tuvieron, y especialmente por serles cargoso y contencioso dicho señorío (según se explicaron en la escritura), lo trocaron y cambiaron a favor del Infante D. Enrique por un juro de 20 maravedíes, situado en el derecho de las martiniegas de Medina y su tierra, el cual habían de cobrar anualmente y para siempre jamás, como juro de heredad. Esta cantidad la tuvieron entonces por de mayor valor que los productos que la citada villa de Alaejos les rendía todos los años. Esta escritura se otorgó en Medina del Campo en 23 de febrero de 1452, ante Rui Martínez, Secretario público de dicha villa, siendo Alfonso Quintanilla el poderhabiente del Príncipe para ejecutar este contrato, el cual fue aprobado y confirmado por su padre D. Juan II de Castilla, quien sobre ello, a súplica de la villa, mandó despachar a su favor carta de privilegio rodado, para mayor seguridad y perpetuidad de este dicho convenio; su fecha en a villa de Palacios, cerca de Meneses. Confirmóle el mismo Rey D. Juan, su mujer la Reina Dª. Isabel, su hijo primogénito D. Enrique y la Infanta Dª. Isabel, (que años después fue la Reina de Castilla) y entre los demás confirmantes está D. Fr. Lope de Barrientos, Obispo de Cuenca e hijo de esta villa, pasó ante Pedro Sánchez de Cetina Secretario del Rey y de su privilegio. Al tiempo que se despachó este privilegio aún no le había tenido el Obispo Barrientos para incorporar su linaje a los nobles de esta villa, pues en él no se hace mención más que de los seis antiguos, que son: Mercado, Pollinos, Morejones, Benitos, Castellanos y Sánchez Ibáñez. También se colige en este privilegio, que por este tiempo no se había puesto Corregidor en las villas, pues eran Alcaldes solamente los que administraban la Justicia, y es ésta era el bachiller Fernán Alonso y maese Francisco.
Por una Real provisión ganada a pedimento de Medina en 1566, consta que esta villa intentó comprar y volver a su jurisdicción a la de Siete Iglesias, que entonces tenía 231 vecinos, por precio y cuantía de 16.000 ducados, como lo había hecho en la de Pollos y Bayona para evitar los pleitos que continuamente se traían con estas villas sobre sus términos, que queriendo ensancharlos en las tierras sernas de Medina, con grande perjuicio suyo.
Hacer la historia de los pleitos que ha sostenido medina para defender los derechos de sus terrazgos o propios, las desmembraciones que éstos ha sufrido, os memoriales, las ordenanzas, los expedientes, las informaciones que para esto se han hecho, exigiría un libro e proporciones mayores que éste, y como ya Ossorio se ocupó de ello es particular, y algo va apuntado, mencionaré únicamente alguno que otro de los documentos que a las sernas se refieren:
1º - Carta ejecutoria de la Reina Dª. Juana, a 12 de Abril de 1508, en Burgos, disponiendo: “Que los apeos de las tierras y designación de sus tenedores, se hagan, no después de cogido el pan, sino cuanto están sembradas en Febrero y Marzo, llevándose escribano para mejor arreglo del pago, y si alguna tierra no apareciese arrendador, quede para que disponga el Consejo. Que el cobro se haga a campana teñida a mediados de Agosto hasta fin de Septiembre, para poder ejecutar a los morosos en los cuatro meses siguientes, llevando de derechos el escribano 25 maravedíes y seis el alguacil, y si hubiere que embargar o rematar, guárdense los términos de la ley, esto es, a la raíz, tres pregones, de diez en diez días, o sean treinta días, y al mueble tres, de tres en tres días, o sean nueve, y si no fuese la deuda más que de una fanega de trigo, haga la ejecución el andador. Que nunca se prende al que tenga con que pagar, in que primero se le busquen los bienes; si el escribano no halla haciendas ni fianzas, le pueden hacer prender, y por esta mi carta confirmo las dichas Ordenanzas, que desuso van incorporadas”, etc.
Sin pié de imprenta, y con un grande y pesado escudo de Medina, se imprimió el “Memorial de los papeles que se han visto en razón de las tierras de sernas, montes y mercedes propios de la villa de Medina del Campo”, en 19 hojas en folio, y al vuelto de la primera, dice: “Ordenanzas de la Señora Reina Dª. Juana.” Tienen la misma fecha que la carta; Burgos, 12 de Abril de 1508. Después de hablar de derechos y pleitos hasta cansar al lector, termina este impreso por un coteo y deslinde de límites de las tierras de sernas, que se refiere ya al 21 de Diciembre de 1665, que se llamó el apeo de Felaoga, por ser el D. Juan Feloaga Corregidor entonces de Medina. Existe también un voluminoso informe manuscrito, que se dice: “Informe hecho al Consejo por el Sr. D. Antonio de González Yebra, en 12 de Febrero de 1780”, acompañando diez piezas de autos sobre el juicio instruído de las sernas de Medina, y pasando por alto otros muchos documentos.
Del privilegio que en el año de 1559 obtuvo el lugar de Pozal de Gallinas para eximirse de la jurisdicción de Medina del Campo, sólo consta que este pueblo no tiene término conocido para sus pastos, sino que los más eran comunes y rejs vueltas por los lugares y villas confinantes, diezmando cada vecino a la parroquia del pueblo de donde sea, lo cual aún se observaba generalmente en toda la Abadía de Medina; que de los lugares con quien confinaban sólo ha faltado el Pero-Miguel, que estaba situado entre esta villa y el Pozal de Gallinas, que entonces se componía de 124 vecinos; que la cantidad que se pide a dicho lugar para concedérsele la exención fue de cierta cantidad de maravedíes por cada vecino para el auxilio de las guerras; lo cual no tuvo efecto, y el privilegio existe en el Archivo de nuestro Ayuntamiento de Medina, y en el caso de haber llegado a eximirse, debería nombrarse Morales del Rey, como se mandaba en el privilegio. Para volverse Medina a la jurisdicción tuvo que pagar lo que ofreció Gallinas para eximirse, que era un cuento de maravedíes. Medina recogió el privilegio y se hizo pago en un pinar llamado del Pozuelo, y está con el término de dicho lugar.
En 24 de Enero de 1566, siendo Emperador Carlos V, se hicieron Ordenanzas particulares para el monte Inestroso; además hay un coteo y amojonamiento de estos montes, hechos a 22 de Diciembre de 1515, en el cual se cita otro más antiguo. En 1562, a 8 de Noviembre, se dió una provisión en Madrid mandando que se hiciesen Ordenanzas en esta villa para guarda y conservación de sus montes en Valdemuelles, el Palancar, Espelunca, que se vendió para la obra del cuartel, y el Inestroso, y como ya antes las tenían formadas, no se hizo más que adiccionarlas.
La exposición que el Ayuntamiento de Medina dirigió al Congreso, a 9 de Junio de 1842, con motivo de haber propuesto el Diputado D. Anastasio Cantalapiedra y otros, en la sesión de 14 de Mayo del mismo, un proyecto de ley aboliendo lo que se llama impuesto de sernas, que es la renta que pagan a los propios de Medina los vecinos de ella, y de los pueblos contiguos, por terrazgos de la pertenencia de ella. El Ayuntamiento, hubo de manifestar su sorpresa por tal proyecto de ley, he hizo notar lo difícil que es discutir su derecho a Medina, que ya era antiguo en tiempos de Alfonso XI, el cual se corroboró en tiempo de la Reina Dª. Juana, y en cuatro hojas manuscritas de que consta la exposición al Congreso, presentaba Medina documentos, en número de diez, que prueba su derecho, que solamente no fue respetado en tiempo de José Bonaparte, pero restituido y respetado siempre después de éste, además de ser el Sr. Cantalapiedra parte interesada en este asunto. Y es Gobierno en 1841 dio una orden a los Alcaldes sernistas que exigiesen a los llevadores de tierras sus deudas, y remitiesen una lista de las que no solventasen, considerándolo como deuda y no como contribución, para que el Gobierno político apremiara a los morosos, se deduce y resulta confirmada la fuente de derecho de Medina, y no el falso supuesto en que se apoya el Sr. Cantalapiedra, exposición que confirmó el Ayuntamiento, pidiendo al Congreso el no ha lugar a deliberar, con la fecha dicha de 9 de Junio de 1842.
Otro de los últimos documentos, a cerca de las sernas, es un expediente instruido por la villa de Medina, en 26 de Febrero de 1815, y seguido en la escribanía del gobierno del suprimido Consejo de Castilla, sobre que se ampare a Medina en la posesión en que estaba de las tierras llamadas sernas. D. Valentín Belloso, entonces alcalde, presentó para testimoniar ante D. Víctor Rodríguez, escribano de nuestra familia, un largo documento que se imprimió en papel sellado de 40 maravedíes, del año de 1850, en trece y media hojas, en la imprenta de D. Julián Pastor, de Valladolid. En este documento se dice y aclara cuanto al asunto corresponde.
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CAPÍTULO VII
I. Algunos hechos y fechas en que se recuerda Medina.- II.
Algunos servicios por ella prestados, según notas de los medinenses
En el año 1170, D. Alfonso IX de Castilla dio como arras, al contraer matrimonio con Dª. Leonor de Inglaterra, a Medina del Campo, y en el 1182 dio en Medina un privilegio a favor del Obispo D. Gonzalo de Segovia y de su Cabildo.
En el 1212, en la Batalla de las Navas de Tolosa, en la vanguardia mandada por Sancho, el Fuerte, pelearon las compañías de Segovia, Ávila y Medina y rompiendo las cadenas del campo moro, trajo parte de ellas Medina, y son ls tantas veces citadas del puente de este nombre sobre el Zapardiel, arrinconada del 1840 AL 50, en San Miguel, y luego invertidas o dadas en cambio de la verja el caño de la plaza.
El 4 de Junio de 1302 se celebraron Cortes en Medina por D. Fernando, el Santo, el que fundó a caso con alguna anterioridad a esta fecha el monasterio de Santa Clara, que aun existe.
Por los años de 1304, D. Fernando IV, el Emplazado, vino a Medina a recibir a su suegro el Rey de Portugal, y a su suegra Santa isabel, que pasaban a verse con el Rey de Navarra, y en esta junta de soberanos, entre las cosas que se concedieron fueron las martiniegas de Madrid y Medina al Infante . Alfonso de la Cerda, y en el año 1305 celebró el Rey D. Fernando, Cortes en Medina. En el año 1354 estuvo retirada en Medina la Reina Dª. Blanca, mujer del Rey D. Pedro; después fue llevado a Olmedo y Arévalo. Por entonces ganaron a Medina los hermanos del Rey, y fue muerto con veneno, por el médico italiano Paulo, D. Juan Alonsi de Alburquerque.
En la Crónica de D. Pedro, se dice que este año que ocuparon a Medina los Infantes, por lo que tuvieron que retirarse a la parte vieja de ella los 200 caballeros que allí había mandado D. Pedro.
En 1397, a 29de Junio, nació en el Palacio Real, sito en la plaza de Medina, D. Juan, hijo del Infante D. Fernando. En 1416 falleció en Medina el Infante D. Sancho, Maestre de Alcántara.
En 1417 Dª. Leonor de Aragón, después de la muerte del Rey su marido, se retiró con varios de sus hijos a Medina. En 1418, a 21 de Octubre, celebró solemnemente Medina las bodas de D. Juan II con Dª. María, Infanta de Aragón.
En 1435, a los catorce años de vida religiosa, murió Dª. Leonor en el monasterio de Santa María la Real de las Dueñas, que había fundado en su propio Palacio, al que agregó en convento de las monjas Premonstratenses, que estaban al lado desde 1350, yendo esta monjas a ocupar otro; quiso dejar como va dicho, al convento los pueblos de Alaejos y Nava del Rey, de lo que la disuadió su confesor, Fr. Diego de Talavera, Está enterrada en el espacioso coro de este convento.
En 1480, después de las Cortes de Toledo, se retiraron los Reyes Católicos a Medina del Campo, para atender con más sosiego a la administración de justicia y castigo de malhechores, pues con motivo de las continuas guerras, les había de toda especie y en abundancia.
En 1481, habiendo los Reyes celebrado las Pascuas de Navidad en Medina, el Rey e partió desde Valladolid para celebrar Cortes en Aragón, y la Reina quedó en Medina para atender a los asuntos de Castilla, y a este año se refieren dos hechos acaecidos en esta villa.
Cuéntase que Garibay, y en escritos antiguos, que había en Medina un tal Álvar Yáñez de Lugo, que dominado por la avaricia, siendo rico, trató por diabólica manera de apoderarse de los bienes de otro vecino, rico también; valióse de artificios, y de un escribano, al que corrompió, e hizo una falsa escritura, por la que privaba al vecino de todos sus bienes. Hecho en enredo, hacíale sombra al Yáñez, el escribano, y para que no pudiera hablar, decidió matarle. Dióse en ello buena maña, y cogiéndole sólo le mató y le enterró en el corral de su casa, la cual, según tradición, existía todavía en 1793 en la calle de Valladolid, esquina a la que iba a San Andrés, y por la espalda lindaba con la calle que subía al castillo.
Vuelta la mujer, y sin poder averiguar el paradero del escribano su marido, dio parte, que llegó a los Reyes Católicos. Se hicieron exquisitas pesquisas parecieron indicios, y preso el Yáñez confesó su crimen y fue degollado. Como audaz que era, trató antes de redimir su vida ofreciendo a la Reina Católica 40.000 ducados. A la Reina le aconsejaban aceptase tal suma, que bien vendría para la guerra de los moros, pero la Reina desechó indignada tal proposición, no queriendo dar oídos a la necesidad, en mengua de la virtud y de la justicia.
En 1841, acaeció este otro suceso (que compendio algo porque lo halló muy a la larga en los apuntes de D. Fermín Domínguez, tomado de Garibay). Corte entonces Medina, algo había de decir de caballeros y galanteos todo ello muy propio en la España caballeresca. D. Ramiro Núñez de Guzmán, Señor de Toral, y caballero de los más nobles, había puesto su atención en Dª. María Manuel, dama muy hermosa, y a la que rendís sus respetos. Estando una noche hablando con Dª. María, delante de la Reina en Palacio, entró D. Fadrique Enriquez, hijo del Almirante D. Alonso, y pidió licencia para hablar con Dª. María Zapata, más como necesariamente tenía que pasar entre Ramiro y Dª. María Manuel, éste le hizo lugar, y Fadrique se paró en medio, e hincando la rodilla, se detuvo a hablar con Dª. María. Júzgose luego que D. Fadrique lo había hecho de intento, por complacer a D. Gutiérrez de Sotomayor, que como cortejo de la dicha Dª. María, no llevaba bien que otro la tomase para sí. El sostenimiento de esta burla, como era en presencia de la Reina, hirió vivamente a D. Rodrigo, quien disimulando, logró contenerse, pero como los caballeros que se hallaron presentes, apretaban a uno y a otro, sobre el chasco, D. Fadrique, indignado, prorrumpió en murmuraciones y hasta injurias contra D. Ramiro, llegando a decir que estaba a punto de mandar pegar 50 palos a aquél indiscreto leonés, a lo que D. Ramiro contestó con indignación que él le mandaría dar no 50 sino 500. D. Fadrique entonces tratóle de borracho, y de bajo linaje, y se salió de la sala.
No sucedió esto tan bajo que no se apercibiese l Reina, la cual se enteró bien del caso, que pronto se divulgó por entre el corro de caballeros, dividiéndose los pareceres en pro de uno y u otro.
Al salir D. Fadrique con los suyos, la Reina mandó por Garcilaso a D. Ramiro que no saliese y se retirase a otro aposento; esto en presencia del Almirante, padre de D. Fadrique, y entonces la Reina mandó a D. Fadrique tuviese por cárcel la casa del Conde D. Pedro Manrique, y Ramiro la de Garcilaso.
Al día siguiente había fiesta en Valladolid, y D. Fadrique, sis reparar en la orden de la Reina, se fue a ella, y la Reina mandó a Garcilaso dejase en libertad D. Ramiro. Garcilaso retuvo la orden por miedo. La Reina, cuidadosa, como buen madre, trato de reconciliarlos, encargando a D. Ramiro no se detuviese en saludar primero al Almirante, y de éste recabó con trabajo, palabra de que no ofendería a D. Ramiro. Al salir un día éste hacia Palacio con su hermano, a caballo en sus mulas, les salieron tres de a caballo al encuentro, y uno, con un asta que llevaba al hombre, hirió a D. Ramiro en la mano, y echando éste pie a tierra y mano a la espalda, trató de dar contra los agresores, pero éstos huyeron. D. Ramiro, para prepararse, se retiró a su villa de Toral. La Reina llamó al Almirante, y enérgicamente le afeó su falta; disculpóse éste con sumisión, más al día siguiente la Reina salió para Simancas con el Almirante y le pidió le entregase a D. Fadrique, que debía estar allí, y no estándolo, la Reina me mandó entregarse a si hijo a las fortlesas de Simancas y Rioseco, poniendo por Alcalde de ellos a Alonso de Fonseca, interin entregarse a D. Fadrique. Temió el Almirante, y entregó a su hijo, el que con buena guarda fue llevado al castillo de Arévalo.
D. Ramiro no estaba celoso y mandó secretamente a Arévalo a su emisario Gonzalo de Pedro a enterarse de si era fácil entrar en el castillo, librar a D. Fadrique y ajustar en todo caso con él sus cuentas; pero que halló que por orden de la Reina estaba bien custodiado, y siendo todo imposible, volvió sus odios contra el Almirante, fortificó y proveyó su castillo de Abiados y su villa de Toral, y para disimular emprendió viajes y peregrinaciones con los suyos por Valladolid y Tordesillas. Ni el Almirante ni la Reina se les pasó esto desapercibido, y ésta escribió a D. Ramiro que desistiese de tamaños intentos; a lo que contestó D. Ramiro, que nada intentaría contra el Almirante mientras S. M. estuviese en Aragón, ni en veinticinco días después. Pasado este plazo, empezó a mandar los suyos, unos por Rueda, otros por otros caminos, y él, disfrazado de criado, y acompañado de Alonso de Baldera, con su sirviente, se vino a Medina.
Entrados en la villa, apostó Ramiro sus criados bajo de unos soportales de la plaza, contiguos a la Iglesia Colegiata y próximos a la puerta principal del Palacio, que salía a la misma plaza, junto a la calle de Salamanca, en el pasaje que llaman el Portillo. A este tiempo salieron juntos de Palacio el Almirante y el Marqués de Astorga, con muchos criados, y luego que llegaron en medio de la plaza, les asaltaron los emboscados, y queriendo Ramiro dar de palos al Almirante, no pudo lograrlo, porque se pusieron delante los criados, y como mandasen apagar las hachas para que no descubriesen al Almirante, diciendo: --¡Mata, mata! – se achacó esta voz, a que mandaban matar al Almirante.
Ramiro y los suyos marcharon por la calle de San Francisco, y tomaron rápidamente el camino de Tordesillas y llegaron a Toral, y desde allí D. Ramiro fue a León al convento e iglesia de Santo Domingo de León, sepultura de sus mayores, y haciendo oración dijo a los presentes, que desde la desgracia que le había sucedido, aunque había estado varias veces en el convento, no había entrado en la iglesia, avergonzado de sus mayores allí sepultados; mas ahora, que ya había vuelto por su honor, venía a visitarles. ¡Tal era el entusiasmo de honor que había en aquel tiempo!
La Reina mandó al Capitán Alonso de Ossorio en su persecución, con 30 caballos, que no pudo alcanzarlos, y al bachiller de la Fuente, que adelantase la causa y mandase a Pedro Guzmán rindiese la villa y fortaleza de Toral y la del castillo de Ávila y o Abiados. Guzmán se avino a la entrega y hasta depositar en poder del Duque de Medina Sidonia o del Conde de Feria la persona de D. Ramiro, ínterín se ventilase el asunto; se hizo de ello escritura y treguas hasta la solución entre sitiadores y sitiados.
Quintanilla, que fue el comisionado, con esta escritura y arreglo se fue a Valladolid, y de allí al Almirante, conforme con las escrituras, mandó a Córdoba donde estaban los Reyes. Quintanilla volvió a Toral, del que hicieron entrega, y D. Rodrigo quedó en poder del Conde de Feria. Los parientes de D. Ramiro lograron de los Reyes varias concesiones, y andando el pleito y el pleito, se le devolvieron sus Estados; se murió el Almirante, y D. Rodrigo desde Portugal trató de buscar a Fadrique, lo que visto por el Conde de Luna se interpuso y se le logró hasta concesión para venir a Castilla, pero no pasando del Duero para acá. Esto todo, que lo cuenta a la larga Garibay, lib. XVIII, capítulo XVIII y XXIX, tiene el principal interés para Medina, como comprenderá el lector, de probarnos donde estuvo en Medina en Palacio de los Reyes Católicos, y su situación y entradas, por lo cual subrayé las palabras.
En 1486 vinieron los Reyes a medina, con propósito, entre otras cosas, de castigar a D. Rodrigo Ossorio, Conde de Luna, por haber quebrantado las treguas que habían puesto entre él y el Conde de Benavente, y desde Medina se fueron a Toledo.
En 1490, a 9 de octubre, el Rey católico escribió desde Córdoba al Regidor Gutiérrez, que era contrario a la creación de la Colegiata, amenazándole que desistía de ir contra lo que el Rey ha hecho. El original está en el Archivo de la Colegiata.
Los Bobadillas de Medina, en unión de los nobles de Santo Domingo y Miranda de Ebro, sirvieron en 1565 a los Reyes; después, en la exposición de Granada, con 300 Infantes, en tiempo de Felipe II, y también bajo las órdenes de D. Juan de Austria. Bobadilla el Viejo fue Capitán de los Tercios de Medina en la guerra de Granada.
En el año de 1580, ofreció Medina a Felipe II para la entrada en Portugal 200 hombres, de los cuales 100 fueron de esta villa y los 200 de su tierra. Fue por capitán D. García de Montalvo, Regidor de la villa y Alcaide de la Mota.
En 1653, sirvió Medina con 8.000 ducados y 28 soldados, para las guerras y urgencias que entonces padecía el Reino, y en atención se la hizo la gracia de que por escrito y de palabra se la diese el tratamiento de señoría y pudiese usar de dosel con las armas Reales y las suyas propias en todos los actos que celebrase en cuerpo consistorial o de Ayuntamiento, lo mismo que la ciudad de Zamora, Palencia y otras, y en consideración a la nobleza e insignidad de este pueblo y a la de haber sido corte de los Reyes Católicos, según se expresa en el privilegio que se conserva en el Archivo de dicho Ayuntamiento, confirmado por el mismo Rey D. Felipe IV, y que fue concedido en el de 1653, y posteriormente en el del Señor Rey D. Carlos II en el de 1679.
En 1596 levantó el Ayuntamiento de esta villa una compañía de infantes de 200 hombres, sacada de ella y de su partido para servir a S. M. en la guerra que se suscitó este año contra los ingleses. Por el Ayuntamiento se nombró al Capitán Alonso de Quintanilla para que lo fuese de esta compañía, y éste nombró por Alférez de ella a D. Hernando de Ladrada, vecino y natural también. No tuvo efecto el salir por entonces a campaña esta compañía y el año siguiente de 1596 volvió el Rey a escribir al Ayuntamiento sobre que dispusiese esta gente ofrecida. Y siendo parecido dar cumplimiento a las Reales órdenes, se pasó a la elección de personal para capitanear esta gente, a la que hubo que nombrar jefe por haber dejado aquel empleo el nombre anteriormente, por motivos que tendría.
Se mostraron tan dispuestos para este empleo los Capitales y Alférez, que fueron D. Alonso de Bruziela, D. Luis de Peralta, D. Diego Noguerol y Hernando de Ladrada, todos naturales de esta villa, que hubo que votar y salió elegido, a pluralidad de votos, D. Luis de Peralta. Éste nombró por su Alférez a Juan de las Heras Castañeda, y por su sargento a Alonso Ruiz de Adrada, vecinos y naturales de esta villa. El uniforme era blanco y azul, alusivo a las armas de esta coronada villa, que son los trece roeles blancos en campo azul. Los sueldos eran buen número de maravedíes cada día para el Capitán; en proporción para el Alférez y sargento, y para los soldados un real de vellón diario.
Las armas eran de la villa, para lo cual tenía su armería en un salón del convento de San Francisco. El vestuario, municiones y demás lo costeó la villa. Además de esto dio a cada soldado 16 ducados de ayuda a costa, para los que había casados en la compañía dejasen para mantenimiento de su familia al tiempo de la partida. Para soportar estos cargos, tuvo la villa facultad Real para tomar un crecido censo sobre sus propias rentas, en atención a los atrasos que padecía por servicios hechos en semejantes ocasiones, de las cuales fue una la de Granada y Portugal, que había ocurrido pocos años antes. D. Pedro Fernández de Bobadilla,, hijo de esta villa, fue Capitán de caballos en Flandes a principios del siglo XVII en los reinos de Felipe II y Felipe IV; sirvió también en el Reino de Nápoles y en el año de 1639, hallándose retirado en su patria y Regidor perpetuo de ella, con ocasión del bando que se echó llamando a los nobles y a los Oficiales retirados a que acudiesen en socorro del Reino, fue nombrado por cabo de la nobleza de esta villa y su tierra, y capitaneándola la condujo a Fuenterrabía, que era por donde el francés intentaba entrar en España.
D. Gonzalo de Tapia Balttonado, natural de esta villa, sirvió doce años en los Estados de Flandes de Teniente Capitán, en esta ocasión se halló en la jornada de Ciba… con el mismo grado, al lado del Capitán Bobadilla, con la compañía de los nobles.
En 1659 se levantó en esta villa una compañía de infantería compuesta de 100 o más hombres, incluso los oficiales, de la cual fue nombrado Capitán Pedro de Sierra y Bárcena. Salió de esta villa el día 4 de Febrero de dicho año para la Coruña.
La villa de Medina del Campo, leal en los servicios que ha hecho a la Corona de todas especies, en cuantas ocasiones se ha ofrecido, no sólo ha concurrido con dinero y gente, cuando por providencia general se les ha mandado a todos los pueblos del Reino, más también se ha señalado en diversos tiempos en levantar a su costa cuerpos considerables de tropas, así de Infantería como de Caballería, para la defensa de los Reinos.
Una de las más memorables, fue cuando en el año de 1702 en que se encendieron las guerras de sucesión, a la muerte de Carlos II, intentaron los holandeses o ingleses hacer un desembarco en las costas de Andalucía para proteger las pretensiones a la Corona del Archiduque de Austria.
Entonces queriendo esta villa dar una bizarra prueba de su amor y fidelidad a su verdadero Rey Felipe V, determinó de levantar a su casa una compañía de 50 caballos, como lo hizo; la cual tuvo orden de marchar a la Coruña. Se compuso de jóvenes gallardos y de buena edad y estatura, con caballos de siete cuartas también jóvenes. Concurrieron éstos de diferentes partes, pero para que se conserve la memoria de los que eran naturales de esta villa, los referiré según consta en los autos originales que se hicieron en razón de esto y existen en el Archivo de esta villa.
El Capitán de esta compañía fue D. Juan de Salcedo y de Torre, hijo de esta villa; su Teniente D. Martín Delgado, natural de ésta; Alférez D. Alonso de Ali y Ezequien; D. Pedro Gutiérrez de Ayala, y muchos soldados, y entre ellos Manuel Cilleros y Lucas de Ticio Clarín; todos naturales y vecinos es ésta. La cual compañía así formada y vestida de uniforme de casaca, chupa calzones y medias de color azul y capa que turaba a color de castaña, excepto la trompeta, que llevaba vestido encarnado, guarnecido de galón de plata, y capa azul, y con todas las armas y fornituras correspondientes, tanto para los soldados como para los caballos, con municiones y repuesto de roña, salió de esta villa entre las aclamaciones y aplausos de sus moradores, como a las doce del día 24 de octubre de 1702.
Los sueldos que llevó esta tropa para el viaje fueron: 3.000 reales a dos caballos el Capitán para su gasto; el Teniente ocho reales diarios, el Alférez cinco, y cada soldado tres: llegaron felizmente a la Coruña el 12 de noviembre de dicho año.
Nada diré del destino y paradero que tuvo esta compañía, pero conceptúo que se agregaría a otro regimiento y que es verosímil fuese el de Roselló, de Caballería, pues en él sirvió desde aquellos tiempos de carabinero el Manuel Cilleros, que aquí se cita, y pues es muy digno de que hagamos mención de él, en este lugar, referiré los adelantamientos y progresos en la milicia que hizo este soldado, por ser uno de los que más honor han dado a su patria por las armas. Fue D. Manuel Cilleros, natural de esta villa y de honrada familia, a la cual ilustró y ennobleció con su acreditado valor y distinguidos servicios. Su Padre se llamó Manuel Cillero, quien condescendiendo con la inclinación de su hijo a los ejercicios militares, le aplicó y alistó en la lucida compañía de caballeros que levantó esta villa el año de 1702, como llevamos dicho. De aquí a poco le hallamos en el regimiento de Roselló de Carabineros, y continuando en él sus servicios por los grados de cabo de escuadra, de Teniente y de ayudante mayor hasta ascender a Capitán del mismo regimiento, en donde se mantuvo hasta el año de 1730. En este tiempo se señaló desde soldado en las partidas y destacamentos que se ofrecieron en Galicia, Castilla y Cataluña; en los socorros de Badajoz y Montesa; en los reencuentros que tuvieron con los imperiales de Braza, Almenara y Peñalba, y en las batallas de Almanza, Zaragoza y Villaviciosa. En la conquista de Coruña le hicieron prisionero los rebeldes, y habiéndole conducido con ignominia a Cardona, le metieron en un calabozo y quisieron ahorcarle. Hallóse en la expedición de Ceuta y en ella asistió a D. Juan de Cereceda, cuando se retiró el ejército dentro de la plaza.
En el año de 1730, habiéndose de forma una brigada de Caballería de 600 hombres escogidos con el título de Carabineros Reales, en atención al valor, espíritu y sobresaliente mérito de nuestro Cillero, fue escogido para que pasase de Ayudante a la formación.
De dicha brigada. Y en este tiempo, habiendo pasado con ella a Italia a la conquista del Reino de Nápoles, se halló en el año de 1735 en la memorable batalla de Bitonto, teniendo en ella la gloria de haber sido el primero que atacó a los enemigos con el escuadrón de Carabineros de su mando, siguiendo su derrota con 80 carabineros hasta las cercas de las puertas de Vira. En cuya ocasión hizo más de seiscientos prisioneros. Hallóse en el bloqueo de Capua, en la campaña de Lombardía y en otros diferentes sitios, batallas y formaciones que ocurrieron en Italia. Por lo cual mereció que S. M. le promoviese a Capitán del mismo Cuerpo, graduándole Teniente Coronel, y de Coronel se le confirió la Sargentía mayor de la brigada; de aquí pasó a Brigadier de Caballería y a Mariscal de Campo, y por último, para remuneración de sus servicios, se le hizo segundo Comandante de la brigada en 1744. Finalmente, concluida su carrera, cargado de triunfos y de años se retiró a su patria en el año de 1754 a gozar de las dulzuras de la paz y dedicar, en obsequio de la Santísima Virgen Madre de Dios, bajo la denominación del Rosario, a quien había tenido por protectora en las batallas, los últimos de su vida y los frutos de sus victorias. Levantó a su costa en el convento de Dominicos de esta villa la capilla mayor en honor de María santísima, para colocarla en ella con más magnificencia, pero quiso Dios pagarle antes de que viese concluidos sus piadosos intentos de obsequio hecho a su Soberana Madre, llevándole a descansar eternamente en el año de 1756. Fue enterrado en la Capilla mayor de la Colegiata de esta villa, en cuya iglesia había sido bautizado.
Texto complementario:
Orgullosos de nuestra historia:
Conmemoramos la victoria cristiana sobre los islamistas en las Navas de Tolosa en 1212.
Las tropas musulmanas provenían de los territorios que denominaban como Al-Andalus y soldados bereberes del norte de África, reunidas para formar una yihad que expulsara definitivamente a los cristianos de la Península Ibérica.
La batalla de las Navas de Tolosa marca un hito en la historia de España: alejó el peligro de una invasión musulmana de los reinos cristianos y contribuyó al desmembramiento del imperio almohade.
Como consecuencia de esta batalla, el poder musulmán en la Península Ibérica comenzó su declive definitivo y la Reconquista tomó un nuevo impulso que produjo en los siguientes cuarenta años un avance significativo de los reinos cristianos, que tomaron casi todos los territorios del sur bajo poder musulmán.
Hoy como ayer, el Islam ha comenzado una nueva invasión. El sentido común llama a un nuevo análisis que sirva para evitar situaciones que históricamente ya hemos padecido
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En la primavera de 1212, los caminos de la Cristiandad se llenaron de cruzados cuya meta era Toledo. Los pobres iban a pie, mendigando por los caminos; los nobles, a caballo, seguidos de sus mesnadas.
El 20 de junio, el ejército cristiano partió de Toledo camino del sur. En el cuerpo de vanguardia iban tropas guiadas por don Diego López de Haro, Señor de Vizcaya.
El día 11, los cristianos acamparon en las Fresnedas. Don Diego López de Haro envío a su hijo don Lope con un destacamento a las alturas del puerto del Muradal, hoy Despeñaperros, para que reconociese el terreno y ocupase la pequeña meseta que allí existe. Los expedicionarios ganaron rápidamente las alturas y avistaron el castillo de Ferral, adelantado de Sierra Morena, donde se había instalado la avanzada almohade que vigilaba el desfiladero de la Losa. En cuanto descubrieron a los cristianos, los almohades salieron a hostigarlos.
Al día siguiente, 12 de julio llegó el ejército cristiano al pie de Sierra Morena y nuevas tropas reforzaron a la vanguardia instalada en la meseta del Muradal. Al amanecer del día 13, el resto del ejército se les unió y acampó en la llanada.
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Batalla de las Navas de Tolosa
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La situación de los cristianos era delicada. Sus enemigos podrían hacer, sin dificultad, una carnicería de cualquier ejército que se aventurase por aquellas angosturas. Por otra parte, el paraje donde habían acampado los cruzados era áspero e inhóspito.
Los cristianos necesitaban un milagro y el milagro ocurrió. Ante Alfonso VIII se presentó un pastor que decía conocer un paso seguro que los almohades no vigilaban. Nada se perdía con probar. El Señor de Vizcaya, Don Diego López de Haro y un destacamento de exploradores, acompañaron al pastor que los llevó primero hacia el oeste y luego hacia el sur, a través de los actuales parajes del Puerto del Rey y Salto del Fraile. Así fueron a salir, esquivando los relieves más comprometidos de aquellas montañas, a la explanada de la Mesa del Rey, donde se establecieron. Don Diego López de Haro comunicó al rey que el paso del pastor era perfecto, justamente lo que necesitaban. En cuanto amaneció el día siguiente, el grueso del ejército levantó el campamento y fue a acampar en la Mesa del Rey.
LA BATALLA
Las tropas almohades, provenían de los territorios que denominaban como Al-Andalus y soldados bereberes del norte de África, reunidas para formar una yihad que expulsara definitivamente a los cristianos de la Península Ibérica. Habían estado retardando el choque frontal con el fin de conseguir debilitar la unión de las tropas cristianas y agotar las fuerzas de éstas por agotamiento de los suministros.
Los castellanos de segunda línea, al mando de Nuñez de Lara, y las Órdenes Militares formaban en el centro flanqueados a la derecha por los navarros y las milicias urbanas de Ávila, Segovia y Medina del Campo; y a la izquierda por los aragoneses. Tras una carga de la primera línea de las tropas cristianas capitaneadas por el vizcaíno Diego López de Haro, los almohades, que doblaban ampliamente en número a los cristianos, realizan la misma táctica que años antes les había dado tanta gloria. Los voluntarios y arqueros de la vanguardia, mal equipados pero ligeros, simulan una retirada inicial frente a la carga para contraatacar luego con el grueso de sus fuerzas de élite en el centro. A su vez los flancos de caballería ligera almohade, equipada con arco, tratan de envolver a los atacantes realizando una excelente labor de desgaste. Recordando la batalla de Alarcos era de esperar esa táctica por parte de los almohades. Al verse rodeados por el enorme ejército almohade, acude la segunda línea de combate cristiana pero no es suficiente. La tropa de López de Haro comienza a retirarse pues sus bajas son muy elevadas no así el propio capitán el cual, junto a su hijo, se mantiene estoicamente en combate cerrado junto a Nuñez de Lara y las Ordenes militares.
Al notar el retroceso de muchos de los villanos cristianos, los reyes cristianos al frente de sus caballeros e infantes inician una carga crítica con la última línea del ejército. Este acto de los reyes y caballeros cristianos infunde nuevos bríos en el resto de las tropas y es decisivo para el resultado de la contienda. Los flancos de milicia cargan contra los flancos del ejército almohade y los reyes marchan en una carga imparable. Según fuentes tardías el rey Sancho VII de Navarra aprovechó que la milicia había trabado en combate a su flanco para dirigirse directamente hacia Al-Nasir. Los doscientos caballeros navarros junto con parte de su flanco atravesaron su última defensa: los im-esebelen, una tropa escogida especialmente por su bravura que se enterraban en el suelo o se anclaban con cadenas para mostrar que no iban a huir. Sea como fuere lo más probable es que la unidad navarra fuera la primera en romper las cadenas y pasar la empalizada, lo que justifica la incorporación de cadenas al escudo de Navarra. Mientras la guardia personal del califa sucumbía fiel a su promesa en sus puestos, el propio Al-Nasir se mantenía en el combate dentro del campamento.
No existía en aquella época ninguna forma humana de detener una carga de caballería pesada cuando se abatía sobre un objetivo fijo y lograba el cuerpo a cuerpo. En las Navas, los arqueros musulmanes, principal y temible enemigo de los caballeros, principalmente por la vulnerabilidad de sus caballos, no podrían actuar debidamente cogidos ellos mismos en medio del tumulto. El ejército de Al-Nasir se desintegró.
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CAPÍTULO VIII
Noticia de los Hospitales de Medina, según los medinenses
ANTIGUOS
Hospital de los Compañeros.- Estaba cerca de las murallas de la Mota, subiendo desde en convento de las monjas isabelinas a la iglesia del Salvador, que está en la misma muralla, mirando a San Francisco.
Hospital del Castillo.- Estaba en la calle de Escuderos, al volver sobre la mano izquierda de la calle de la Sortija, subiendo hacia el Castillo.
Hospital de la Trinidad.- Estaba en la calle del Rey, en la casa que hace esquina a la Ronda, donde se puso la Cruz que se hizo de Mayo.
Hospital de San Lázaro.- Estaba situado en el barrio de dicho nombre, llamado el Real, delante de la ermita de Párraces, a mano derecha.
Hospital de San Lázaro de los Caballeros.- Estaba frente del anterior.
Hospital de las Budas o de San Antón (sin duda para enfermedades vergonzosas y sifilíticas).- Estaba en la entrada de Barrio Nuevo, a mano derecha, en cuyo pozo se obró un milagro con San Juan de la Cruz, que asistía por caridad desde jovencillo a dicho Hospital.
Hospital de los Palmeros.- Estaba incorporado al antiguo Ayuntamiento.
Hospital del Amparo.- Se halla en la calle de Carrera, desde la ermita del Amparo a la calle del Infiernillo.
Hospital de San Blas.- Estaba cerca de la parroquia de San Miguel, a mano derecha, yendo desde el puente Cadenas a la plazuela llamada del Condado o Candadillo, conocida hoy por plazuela de San Miguel.
Hospital de Quintanilla.- Estaba detrás de la iglesia de San Juan de Sardón, con salida a la plazuela.
Hospital de San Pedro de los Arcos.- Estuvo próximo a la parroquia de San Martín, en la calle de este nombre.
Con respecto al Hospital General, o de Simón Ruiz Envito, S. M. el Rey D. Felipe II, en 23 de abril de 1592, aprobó y confirmó, la escritura otorada entre el Ayuntamiento de Medina y Simón Ruiz Envito, Regidor de la misma villa, para la Fundación del Hospital General, que hizo y dotó éste, por lo cual se obligó el Ayuntamiento a contribuir por su parte, para la fábrica material del edificio, en primer lugar con el sitio, donde se había de plantear la obra, que fue en el ejido del arrabal de Salamanca, segundo con la madera necesaria para andamios, armaduras, etc., que hubiese en sus pinares; tercero con el deslate de ramera y retama de sus pinares y montes, para los hornos de cal, ladrillo y yeso, que fuese menester; cuarto, con la piedra que se hallase en su término, conducente para cimientos y yeso. Simón Ruiz, se obligó por su parte, a gastar en la obra hasta 10.000 dudados. Para la obra formal y conservación del Hospital, se obligo Simón Ruiz a dotarle de 1.000 ducados de renta anual; segundo, se obligó a dar por una vez los ornamentos y vasos sagrados para las Misas que se celebren en la iglesia de dicho Hospital por sus capellanes; tercero, la luminaria perpetua ante el Santísimo Sacramento, que se había de custodiar en ella; cuarto, se obliga a dar por una vez 300 ducados para ropa, muda de camas, para el tiempo que los enfermos se pasen del Hospital en que estaban al nuevo, quinto, se ofrece hace diligencias para adquirir 400 ducados de rentas eclesiásticas, y para ello costear el gasto de las Bulas Apostólicas. El Ayuntamiento se obligó a dar anualmente al Hospital 200 fanegas de trigo de sus sernas, y 24 carros de leña cada año. Se estableció en esta concordia que el Hospital había de ser general en todo sentido; esto es: admitir en él a todo género de personas enfermas, de cualquier enfermedad que adoleciesen y a los dolientes de heridas o calenturas, a los que no pudiese mantener el Hospital del Obispo de esta villa. También se dará hospedaje por un día y una noche en este Hospital a los peregrinos y desamparados, suministrándoles comida y cama, y queda a cargo del administrador el hacer que salgan algunas personas de noche, en busca de los desamparados que encuentren en las calles para protegerles en el Hospital, excepto los vagos y mujeres de mal vivir, que de esto se dará parte a la justicia. Además de esto se dispone, en que se curen en el Hospital los religiosos Franciscos descalzos, para lo cual, ha de destinarse cuarto secreto, y todo lo necesario para su asistencia y curación. Dispónense en esta concordia otras cosas concernientes a la asistencia de los enfermos, al Gobierno espiritual y económico, y a la conservación de tan grande obra, que todo respira caridad, piedad y Religión.
Por haberse quedado el Hospital del Obispo Barrientos sin paso, por las avenidas del Zapardiel, en el año de 1596, se dio una provisión Real en Medina por el Consejo en este mismo año, para que se construyese un puente carretero sobre el río Zapardiel, frente al Hospital del Obispo de esta villa, por haber las avenidas causado grandes daños en los edificios del pueblo, en cuya ocasión se han arruinado muchas casas, y otras han quedado tan maltrechas que no se pueden habitar.
El artículo enumerando los varones ilustres de Medina, que se hayan quedado sin mencionar, y que aparezcan en la obra de Varones ilustres, del Sr. Ayllón, irá al fin.
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